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Reiteradas evocaciones

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  Domingos del ayer. Una vez más. Lo mismo, aunque de algún modo, diferente. Renace otra vez lo que fuimos. Regresan otros recuerdos. Inevitable. Existe una continuidad, quedó guardada en algún preciado rincón del pasado. Hoy aflora. Encuentros familiares, Domingo a domingo bulla infantil, adulta jocundidad. Acuerdos, desacuerdos. Risas enredadas aroman comidas abundantes, rebullen humeantes platos, rebalsan charlas femeninas. Jóvenes mujeres activan hornillos, apetitos. Típicas fragancias, remembranzas que acercan a remotos terruños. Herencias de sabias costumbres que deleitan paladares, ánimos dispuestos. Necesidades de acercar lontananzas. Arraigadas costumbres. Ritos transferidos de familia en familia, de mujer a mujer, de padres a hijos. Legados que, nosotros, ávidos niños absorbíamos sin saber lo que hacíamos. Corazones abiertos a paternas melancolías. Éramos frágiles a la vez que unido clan. La fragilidad por momentos nos sobrepasaba. La nostalgia frente a ineludibles lejanías,
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Anochece. Rojiza inmensidad envuelta en grises humaradas. Constante desaparece detrás de ondulantes titanes. Va en busca de lejanos amaneceres Perfecto ciclo universal. Añade sombras sobre ocultas riberas. Alcanza tenaz luz hacia determinada vera. Señor de oscuridades. Señor de la luz. Su brillo enceguece distantes auroras. Su ausencia desvanece remotas riberas. Señor de la vida, de lo inalcanzable.

La oscuridad

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  Recorría las calles sumergido en su propia oscuridad. Había perdido todo, familia, amigos, juventud, fe. La oscuridad no lo dejaba entrever ningún rescoldo de luz. Lo había entregado todo. Tropezaba al subir cuestas, resbalaba al bajarlas. No había llanos en su camino, sí angostas curvas. Había elegido ser veraz. Socorrer al peregrino, clamar por la verdad. Por los demás. Por sí mismo. ¿Qué significaba todo esto ahora? ¿Qué significaba en tiempos de engaño, individualismos egoístas? Quizás nada. Quizás poco. Para algunos, algo. Ser veraz. Socorrer al peregrino. Clamar por la verdad. La propia. La de otros. ¿Acaso existía todavía esa posibilidad? Si existía ¿Cómo alcanzarla? Llegó a su casa, el cansancio anidando en cada célula de su cuerpo, de su espíritu. Regresaba de sus tareas al anochecer. Todavía podía trabajar, lo hacía. Todavía podía ocultar su pesar detrás de algunas risas obligadas durante frívolos encuentros con quienes se consideraban parte de su existencia, a quienes él c

XII Feria del Libro Salta 2022

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  Comparto mi participación en la XII Feria del Libro que se efectuó en Salta Ciudad, provincia de Salta, Argentina, el día 5 de octubre de 2022, a las 20.30 h, junto a un grupo de escritores salteños del cual formo parte y preside el eminente escritor salteño José Aguero Molina. En dicha Feria del Libro y durante un emotivo acto, se realizó la presentación de la novela grupal "Gaviotas negras" (ISBN 9789878835037) editada en febrero de 2022 y de la antología de escritores sobre narrativa y poesía americana "El bosque de las palabras" (ISBN 9789878850955) editada en junio de 2022. En ambos libros se publicaron trabajos de mi autoría.  Nelly Perrotta    
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  Múltiples alas de oro, atraviesan matinal brisa suave. Las reciben dadivosas corolas cromáticas, abiertas florecillas. Entrelazan añejas arboledas, jóvenes ramas, altos arbustos. Salpican el infinito pequeños, delicados soles. Ambarinas mariposas doran charcos. Áurea, limitada existencia. Bellas como bellos amanecidos espejismos asoleados.
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  Lees atento, encierras en ti concretas palabras. Lo bueno bendice tu alma. Lo doloroso te traspasa. Necesitas redimir tu sentir. Las frases hablan a tu corazón. Eres uno, eres mil. Andarás humanas inseguridades. Recobrarás seguridades. Las palabras escritas regresaran a revelarte misterios que sabrás transmitir.
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  El niño cruzó charcos. Hundió sus desnudos pies en el lodazal. Chapoteó en él. Gozó de la blandura que lo atrapaba. Un pie después de otro. Saltando libre. Salpicó el lodo su rostro, sus brazos. Sus ropas pringosas colgaron pesadas de su delgado cuerpecito. El niño cruzó charcos, más charcos. Olvidó consejos, reproches. Reía, libre reía. Venturosa rebeldía.
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  Podrás cambiar, cambiarás. Podrás ser, serás. Podrás reír, reirás. Correr podrás, si correr quieres. Volar lograrás, si a volar te atreves. Amar, amarás, si a donar aprendes. Cantarás sueños, si a soñar te animas. Conseguirás llegar a la cima del pétreo gigante, si a proponértelo accedes. Nada te será negado, si a alcanzarlo te atreves.
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Camina, camina, días, noches, rutinas. Envuelves tu vida con livianos tejidos. No encontrarás tibieza en ellos, sólo frío. Busca sol en tu alma. Déjalo que te alumbre, permítele arroparte. Permítele ser tu compañía. Alégrate con su cercanía, con su calor, con su sorprendente claridad. Te librará de tus noches. Permítele abrigarte
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Van, vienen multitudes, indiferentes, ignorándose unos a otros. La ciudad entrega sus calles. En ellas dejan alientos, prisa, risas, ignorancia. Sabiduría del que cree saber. Tristeza del que no sabe llorar. Consuelo del que lograrlo pudo. Ansiedad, vida, escondidos sueños, contenida rabia. Vienen, van multitudes. ¿Quién los acoge? ¿Quién los guía? ¿Adónde los lleva cada día?
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La lluvia llega, trae vigor. Resurrección en los sedientos campos. La naturaleza calma su sed. Recuperan los frutos sabor, madurez. Renace el calor en los áridos suelos. El verdor entrega júbilo. Trasciende hechizo, magnitud en abundancia. Sonoras voces cruzan el infinito, cautivan cercanías. Modifican el hoy, el mañana reportará consuelo.

Voces interiores

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  La vida sin determinados condimentos nada es. Caminaba por la orilla del río, exuberante vegetación dorada, otoñal, reverberando sobre las aguas, duplicándose con ellas. Infinito celeste asomando entre el ramaje, reflejándose aún más nítido sobre la impaciente corriente deseosa de derramarse en el mar. Más allá. Ancho caudal fluyendo al encuentro de la inmensidad oceánica. De tanto en tanto, resonantes aves atravesaban el azulado espacio, en búsqueda de moderados climas donde fijar su morada. Su mirada se perdía tras ellas, deseosa de participar del uniforme vuelo, del perfecto coro de voces anunciando bienaventuranzas. Trocados comienzos. Anhelante, las observaba hasta perderlas de vista. Regresaba desde lo alto a la pacífica, envolvente soledad. Sentirse viva, en calma consigo misma, en armonía absoluta con el todo. Disfrutaba de ese instante, lo atesoraba en extremo. Lo necesitaba para poder seguir, para no perderse. Desde que llegara allí, surgía lo diáfano, las verosímiles prome

Reminiscencias

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  Formábamos un alegre grupo de chiquillas. La adolescencia rondándonos, cercana. No las recuerdo a todas, a unas pocas. Una de ellas viva en mi desde siempre. Tardes de verano, vacaciones escolares, nos congregaban en la calle. El barrio bulliciosa prolongación del hogar. Nuestras casas afincadas dentro de los cien metros en que nos movíamos. Nuestros hogares, el de cada una, de todas. La calle. Recorrerla tomadas del brazo disfrutando cada paso. A veces, dispersas, correteando, saltando fingidos charcos. Trasladándonos de uno a otro imaginario continente. Subíamos, bajábamos, a lo largo, a lo ancho de la vereda. A diestra, siniestra. Sin ton ni son. Sin principio ni fin. El inmediato placer de gozar la transitoria libertad que nos fuera otorgada. Adueñadas del espacio sin demandar, puro deseo de sentirlo nuestro, libremente. Cuando el cansancio nos alcanzaba, el peldaño de blanco mármol gastado solía ser nuestro primer cómodo asiento, el de la casa con jardín al frente, a pocos metro
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Gira, gira, gira, molinete de brazos estirados, entrecruzados, manos tomadas. Canturreadas tonadas, sayas al viento. La cuerda marca alturas. Elevarse raudas, precipitarse esbeltas, risueñas. Diáfanos ecos nacen de las profundidades del alma. Allí, donde todavía brincan anhelos, existe una niña que no dejará de jugar festivos juegos. Existe una niña que nunca dejará de serlo.
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  Infantiles juegos retozan fantasías. Interminable ronda, cánticos, prendas, risas. Al pan, canela. Rayuela, Colores de tiza cuadriculan vereda, salta que salta, alcanzar curvo cielo. Recorre trencito patio, galería, de la cintura tomadas, del corazón burbujeantes carcajadas. Manecitas que manchan sin manchar atavíos, persiguiendo estrellas, abrazando encuentros, agitando aliento. La escondida, escondidita, que nada más esconde pícaras sonrisas.

Enigma

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Mar. Colinas boscosas. Mar. Península lejana. Otro continente, otras tierras, otro cielo fundiéndose hacia el horizonte en el verde marino. Otra lengua, dulce idioma. En la cima de una de aquellas colinas, se herejía el antiguo poblado de mil y cientos de años más. Poblado que fuera históricamente principado. Todavía por aquel entonces podían observarse restos del que fuera imponente castillo, altas torres, almenas derruidas. Entre sus piedras, en noches de fábulas recreadas junto a la hoguera, bajo el oscurecido cielo de incontables diamantes, rondaban fantasmas danzantes, príncipes, princesas, hadas, duendes. Arrollaban imaginarias historias de inexistentes ejércitos victoriosos. Pasado señorío, cantares al son de laudes. Mucho después, otras realidades. Tiempos de posguerra, primeros años del siglo veinte. Altas casonas conservando antiguos estilos, apretadas, abriendo sus portales sobre estrechas callejuelas ascendentes, descendentes. Familia patriarcal. Familia que trascendía, aba
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El sol dora el dilatado ramaje del vetusto jacarandá. Ancho tronco, revela vigor trascendental. Pequeños, alados habitantes, sobrevuelan todavía en las breves, cálidas horas, juguetean entre el follaje. Alegran la siesta, irrumpen cánticos límpidos. Anticipan utopías primaverales. El cercano invierno obligará a postergarlas. Empero, esta soleada tarde otoñal, hará posible milagros.

Nocturno destello

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Vida. Soledad. Verdad. Hallar respuestas. Muchas veces indescifrables. Infructuoso plantearse dudas. Infructuoso cuestionarse hoy. Sin embargo, lo hacía, no lograba evadirse. De pie, ante el desvelado cristal del ventanal, capturaba la imagen difusa del parque anochecido, divisada desde su cómodo salón desaprovechado, amplio. La soledad lo envolvía. Un destello de luz englobaba las inmediaciones, permitía adivinar el verdeante estallido veraniego, la distorsión rojiza del avanzado atardecer. Todavía podía distinguir algún que otro sendero empedrado cruzando hacia el norte, al brillo de las blancas piedrecillas que los cubrían, atravesando centenarias coníferas de ásperos troncos, delgados alerces de estrelladas hojas. Enseñoreados eucaliptus tanto o más longevos, perfumando el tibio airecillo. El cristal entreabierto del ventanal le acercaba fuertes aromas. Arbustos coloridos, desarrollándose atrevidos, libres, palpitando belleza. La naturaleza entera estallando plena. Se perdía en ell
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  ¿Adónde se fueron las vividas horas? Alguna vez existieron. Movilizaron nuestros fervorosos deseos. Nos condujeron de la mano hacia sutiles anhelos. Nos acompañaron en días festivos, noches deplorables. Formaron a nuestro alrededor laberínticos momentos, desenredados tiempos ilimitados. Asolaron íntimos sentires. Deshilvanaron cantares de dulces glorias. Nos mostraron que todo es uno, uno es nada. Siempre no es por siempre. Mañana, desplegarán incógnitas. Volverán a pertenecernos en amaneceres flamantes.

Peregrino mágico

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Las altas montañas, apenas invisible cerco tras la niebla. Rodean la ciudad provinciana, desordenada, convulsionada. El tumultuoso gentío la aprisiona, desasea, transita descuidado. Desconcertante vaivén. Confuso estilo de las grandes urbes. El sol abraza sobre el mediodía las estrechas callejas. Abraza escondrijos, humanidades. Abraza maloliente inmundicia. Por momentos, abarca encantadores rincones de viejo estilo, entornos de alto vuelo. Desde el horizonte más cercano asoma el terciopelo parduzco de encadenadas cuestas bajas. Más allá, mucho más allá, asombrada, detengo la mirada sobre los versátiles montes. Lentamente, reemprendo el camino ensimismada, transito sendas a paso cansino. Las reflexiones no me conducen a sitio cierto. El brillo caliente cierra mis ojos, los reabro ante la sombreada esquina. Otras realidades recriminan, movilizan. El descuido, el abandono, la omisión, el menosprecio aturden por doquier. Tal que si a nadie importara alcanzar mejor destino. El próximo reco

El gran don

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Elegir una palabra. Alguna vez lo hice. Se desprende de mí una breve cascada de letras que repetí en un par de ocasiones. De ella nace mi elección. Amistad. Significa mucho más para mí que lo que alcanzo a describir. Amistad, abnegado don, entregado a quienes sienten, conocen su valía. Sólo quienes saben oír, quienes son receptivos, honestos, quienes aceptan con sincero afecto participativo, con generosidad respetuosa, brindándose plenamente, lograrán saborear la dulce dádiva que dispensa la vida, inefable regalo, precioso, preciado como la más valiosa joya. Amistad indestructible a pesar de las sinrazones, de los recíprocos desencuentros. Siempre primará más allá de todo, la primera mirada comprensiva del primer encuentro. Las primeras confidencias saboreadas, los secretos mutuamente preservados. El afecto indemne, solidario. Valoré amorosamente los signos valiosos de los claros sentimientos, los que dieron a mi existencia una senda inestimable, el compartir desprendido, diario, de qu
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  Rueda la rueda refulgentes giros. Arco iris, esconde tesoros inauditos. Nacer, vivir. Atesorar bien, paz, aciertos. Encubrir daños, errores. Puertas abiertas, cerradas algunas. Laberintos oscuros. Túneles orientan hacia infinitos cielos azulinos. Caídas, elevaciones. Perdidos infiernos, recuperados sueños. Ser hoy. Mañana perderse, volver a reencontrarse. Acaso renacer siempre.
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  Diminutos, agitados, aleteos verdes azulinos. Recorren pequeños capullos coloridos. Bello saltimbanqui. Hurga su afilado pico el interior rojizo, busca sustento, dulzor. Lo acoge la entreabierta belleza de la flor rendida a su inexcusable, apremiante deseo. No será única búsqueda. No será única entrega. Irá, urgido, de rama en rama, de flor en flor. De tanto en tanto, reposará su ingenuo ardor.
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  Sauce criollo, relumbrada melena. Movedizas imágenes doradas, iluminan los cristales del ventanal día a día. Mañanas lluviosas vestidas de oro, remedando al sol sobre el delgado tronco. Embellecido rincón veraniego. Áurea llovizna otoñal esparcida dondequiera. Asombrará en primavera su renovada iridiscencia.

Cuenta cuentos

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¿Hacia dónde voy? Quizás sepa responder mis interiores demandas. Vuelvo al ayer y desde allí voy al encuentro de mi verdad. Desde niña, después del almuerzo, me sentaba en el descanso gastado de la escalera que conducía a la terraza de la humilde casa del abuelo materno, a leer, fabular. Mi abuelo sin sonrisas. Mi abuelo todavía fuerte, juvenil. Escondía la tristeza provocada por su obligada soledad. Imponía distancia, encubría temores, esos que el horror de la guerra inducía a desmembrar familias. Su mujer, parte de sus hijos asolados por el espanto, más allá del océano, separados por circunstancias imprevisibles. Al atardecer, sentado en su baja silla, al amparo del tupido parral cargado de uvas que cubría el patio, inmóvil, velada su mirada azul tras el humo de su pipa. Mitad de la familia aquí, liderada por él. El resto, la abuela, los jóvenes tíos, perdidos en un mundo inalcanzable que nosotros soñábamos en sueños no contados, padecidos. Así, cada domingo nos reuníamos junto a él,

Carta al ayer

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Querida amiga: Esta noche, desde este largo ciclo vital, quiero enviarte esta carta. No voy a nombrarte, estás en mi desde siempre. Tu nombre fue mío, tan en mi estabas. El mío fue tuyo, tan en ti me llevabas. Nacimos juntas sin ser hermanas. Dimos trémulos pasos a lo largo de cortos caminos, guiadas por suaves manos. Reímos a la vez primitivas risas inocentes. Acompañándonos anduvimos largos días. Confabulábamos en baja voz, nos confiamos las entonces extrañas adolecidas sensaciones Crecimos. Construimos nuestras vidas. Dimos lugar a nuevas amistades, nuevos variados sentimientos. Algunos compartidos. Juventud. Madurez. Alumbramos hijos. Ellos participaron de nuestras cotidianas realidades. Supieron de nuestra acertada hermandad escoltando nuestros diversos rumbos. No es esta la vez primera que escribo y te escribo sobre nuestra entrelazada historia. Existe, en otras páginas, un breve relato que te menciona. Sin embargo, hoy vuelvo a sentir la necesidad de tenerte más cerca, La necesi

Primitivos ancestros

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La tierra madre fructifica en vida abundante. Sus moradores trepan, se arrastran, procrean, crecen. Vegetación intrincada derramándose a orillas de encrespadas aguas que no les permiten conocer qué hay más allá de esa bola de fuego que desde lo alto va hundiéndose donde nada es nada. El desconoce su nombre, sólo sabe que esa fuerza ilumina sus caminos largamente. Sabe, además, que cuando así ella lo disponga, se alejará de él, de sus iguales, poco a poco hasta sumirlos en aquello que no les permitirá reconocerse ni reconocer sus alrededores. Lo aterra su desaparición, sin ella todo se desvanece. Su presencia le es necesaria, lo ayuda a vigilar, existir. A controlar las extrañas criaturas que propagan roncos sonidos, acechándolos desde lo desconocido. Su sentido de la subsistencia lo hará esperarla ansioso. No tardará en regresar, siempre vuelve y con ella la seguridad. Allí está, una vez más alzándose lentamente, fuego lejano, les permitirá gozar de intensa luminosidad, errar por diver
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  ¿Qué dirá el poeta de mi decir confuso? ¿De mis andanzas vacilantes? De esta perpleja forma de zozobrar entre letras, frases, decir ambiguo, pocas veces certero. Cómo osar acceder a tamaño entendimiento, si apenas deambulo por desérticas orillas.
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  Otoño. Belleza cambiante. Pinceladas difusas, entregados tonos ocre, vehementes amarillos, áureos morados, desairados verdes. Otoño. Belleza en la piel del que sonríe.

Lo innegable

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De allí soy, de allí vengo. Desde la llanura pampeana transformada en caótica urbe, a veces expectante, generosa, por demás incierta, dura, portentosa en bienes. Atractivos palacios, legado de otras tierras. Torres edilicias modernas. Enjoyados escaparates ofreciendo lo inalcanzable para la expectante mayoría laboriosa que recorre sus calles. Gran metrópoli encubridora de pobrezas vergonzosas a los pies de magníficas construcciones centenarias rodeadas de sucias recovas que albergan dolientes, nocturnas miserias humanas cobijadas debajo de húmedos cartones, amparados en malolientes rincones fruto de esparcidos orines. Humana degradación ciudadana que forma parte de esa singular mezcla, opulencia que atrae, indigencia que repele. Puerto abierto al mundo. De allí soy, de allí vengo. Desciendo a orillas del Plata, río leonino ondeando hacia el ancho, remoto horizonte. Cabalgando muchas veces en pos de orillas pedregosas, según entonados vientos. Huyo de aquello que no puedo modificar, tam

La bruma

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  Ceniciento atardecer, cerros desvaídos. Oculto verdor. Ocultos delgados hilados cristalinos, precipitadas vertientes nacidas de transparentes deshielos, de vehementes lluvias. Ocultas grietas, milenarias piedras. Tras la bruma, la humana ceguera. Silencio adormeciendo oídos, voces, energía. Gigantes embozados en la noche, desperezan anchuras, desvelándose al amanecer, lumbreras renovadas, reclamando encuentros, atenta presencia. Despierta un día más. Pierde poderío la niebla, vence el terso aire sereno. Desigual imagen cerril, engrandecida hermosura, apariencia mudada, límpida. Terciopelo esmeraldas cubren laderas, ondulan en sus faldas doradas luces. Alumbran desniveles áureos. Otro es el hoy, otra la claridad que todo lo contiene. Empero, siendo que nada es permanente, inmutable apariencia, la bruma será renovada señora de lo oculto, cercará perseverante lo que el ayer develó.

A Ini

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Tu elección Viniste a completar nuestra vida. A enseñarnos a ser. A ser con nosotros. No te buscamos. No te elegimos. No te convocamos. Tu nos escogiste. Tu entraste en nosotros, abriste nuestras puertas. Ocupaste tu ilimitado espacio constante, dinámico, luminoso. Fueron tuyos los primeros infantiles modos de expresarte, de sacudirnos íntimamente. Tuyo el lenguaje inventado que nos acercó a tu verdad, a tus tiempos acertados, a la memoria sin memoria. Progresabas en edad, en saber. Nosotros a tu vera. Fuiste existencia fortalecida en cada gesto, en cada aleteo. Nos los entregabas entero. Nos acercabas a tus realidades, a tus escondidas emociones, las que no hallaban la fácil ruta de tu decir interior. La silenciosa fuerza aumentaba en ti poco a poco, estallaba convertida en gozo, confusión, turbada dicción. Animado vigor intrínseco que conducía tu silente sabiduría, los logros maravillosos de tu entendimiento. Logros de tal fortuna, que fue inevitable no entenderte, no sentirte, no am
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Hiende el aire ronca sirena. La nave despliega surcos leoninos, rasga el ancho río, aguas dulces, nombre de plata.
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Retozan nubes sobre el azul. Delira la mar. Patagonia, viste su manto de arena, sal, áspera hierba seca, polvo y más polvo. Escondidos habitantes asoman inquietos en las altas mesetas. Otros audaces, sobrevuelan raudos, inauditas lejanías. Patagonia, entona cánticos penosos, ruda esperanza. Recupera grises temples, Regresa a las bienaventuranzas.

A Cristina

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Orgullosa ternura Noche recogida en imaginados, posibles refugios. Retrotrae al pasado, transporta a aquel domingo soleado de la infancia. Cierta tarde calurosa. Ciertos aullidos maternos semejantes a tempestades, prediciendo tiernos llantos, vida amanecida, tibia. Llegaste. Bella, rolliza, abiertos ojos oscuros iluminando mejillas de inconcebible rojo en piel alguna. Entré en el recinto prohibido. Todavía resonaban quejidos, aromaban extrañas mezclas de olores difusos. No dejé que nadie me detuviera, arrasé con las protestas, profeticé vientos patagónicos. Te tomé de los brazos de tu madre. Ella me regaló su sonrisa cansada, permitió confiada mi infantil audacia. Te sostuve cuidadosa, delicada reliquia, en los míos de niña firme. Me enseñoreé de tu tibieza atrapada contra mi pecho. Crucé la puerta, dejé atrás lamentos. Te acuné a lo largo del patio de la vieja casa del viejo barrio, ignorando las miradas atentas, extrañas, de aquellos que creían poseer derechos que en ese instante sól
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  Inquietos ecos, insistentes graznidos en lontananza. Verde melena agitándose tenue, perfumada brisa. Desmadejado, voluptuoso nubarrón, deshaciéndose lejos. Truenos rugientes, preceden lluvias. Advierten mutaciones.

La biblioteca

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Fue un atardecer como el de hoy, gris con trazas de añil desvaído. Soñaba con recuperar los días vividos, los descubrimientos audaces, las encantadas sendas, volver sobre los tímidos primeros pasos dados en tu santuario. Entonces, venía del desencuentro, del desarraigo. Necesitaba tropezar con el abrazo, con la bienvenida. Me recibió el amplio espacio donde habitaba el silencio, las desvanecidas presencias del ayer, me acogieron ilusiones plasmadas en amarillento papel, grandilocuentes nombres, los de aquellos que traspasaran la desdibujada línea de la primordial huella, el derecho al justo premio, a sobresalir empolvados desde las repletas estanterías de dura madera oscura, contenidos hijos en senos maternos. Apoyados en paredes cargadas de fantasías, de realidades. Ocultas paredes, desaparecidas detrás de cientos y cientos de libros, viejos, jóvenes libros. La biblioteca. Un hallazgo esencial. Su olor, el inconfundible aroma a papel sobado. Singular aroma, definitiva mixtura de alien

A Piti

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  Apareciste. Fuiste tierna compañía, ronroneada entrega. Pelaje mixto, pardo, naranja, blanco, negro. Maullabas dulce. Te acunaron nuestros brazos, desde ellos partiste. Nuestro mutuo amor desconoció el adiós. Aún hoy, mansa, ronroneas.

Legítima esencia

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El día anterior, incongruente. Lo condujo por momentos escarpados. Vagó de un lugar a otro, de tarea en tarea, obligándose a ocupar cada instante de cada hora. La ansiedad no debía devorarlo. El temor a lo indefinido desaparecía merced al movimiento obligado. Aferrado a realidades que probablemente sólo él suponía posibles, simplemente porque las necesitaba, porque las sabía suyas. Parte de aquellas absurdas consideraciones las dedicó a descargar fuertes pinceladas sobre la tela que llevaba semanas sin dar por terminada. Este ocre aquí, aquel rojo diluido sobre el ángulo derecho, el oscuro azul abarcando el rincón escondido. La basta tela, precisa, destellando colores. Desde su interior trepaban a su mano impulsos, pesares, pasiones, plasmando asombros. Sabía que aquél era un buen trabajo, maduro, una de sus mejores obras, en la que depositara además osada desmesura, la consumación de su ser, el tesón de cada minuto entregado a la realidad abrazadora que solamente él percibía. Acaso fu