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Mostrando las entradas de octubre, 2021

Fidelidad

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   A María Cristina Fidelidad Soñar despierta. Andar sin rumbo preciso por las callejuelas de la infancia. Compartimos la soledad tranquila del barrio, adormecidas siestas, aromos en flor. Fuiste dulce mensajera, la puerta golpeabas con pequeños, firmes puños, invitando al encuentro. Amiga, inquieta amiga, juntas dimos los pasos primeros, murmuramos las primeras palabras, juntas entramos de la mano a la niñez protegida. Compartimos casas, recorrimos patios, galerías, nuestras casas. Descubrimos juguetes de ojalata. Cantamos a gritos, la imaginación desatada. Saltamos a la cuerda, tocándonos a la mancha. Jugamos a las escondidas no tan acertadas. A la ronda, ronda, de la ronda mansa, a la prenda, prenda, que en el centro nos plantaba, soportando burlonas risas, de rojo las mejillas, timidez en la sonrisa. Unidas en la atropellada carrera, las rodillas arañadas, el viento levantaba nuestras faldas. Llegábamos sin aliento no más allá de tu puerta o de la mía. Tu puerta, tu casa, fue mía.

Testarudez

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  A Juan y Marita Testarudez Bendita testarudez. Bendita. Gracias a ella anduvieron rutas intransitables, sortearon caminos desérticos, cruzaron arroyos tumultuosos, generosos sembradíos. Ascendieron a alturas inauditas. Sobrevolaron ajenos continentes, océanos profundos. Descansaron sus pies firmes sobre el escalón primero de la primera escala en tierra habitada. Recorrieron recios, seguros, la probada trayectoria de sus sueños cumplidos. Trastabillaron muchas veces ante inesperadas dudas. Atravesaron fronteras de mundos inexplorados, sus íntimas fronteras. Bendita testarudez. Bendita. Ella los guio hacia aquello que son, aquello que intentan, aquello que en sueño proyectan. Aquello que nunca dejaran se pierda. Bendita testarudez. Bendita. Ella los guio hacia su esencia.
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Al atardecer, loros en la barranca vuelan ruidosos. Ronda de aves vigilando polluelos, profundos nidos. Llega el guardián. Prevenida bandada, vida a su paso.

Destino

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Amarrados a un destino. ¿Así es? ¿Amarrados al devenir de las horas, días, meses, tiempo sin tiempo? ¿Qué es, quizás, el destino sino aquello que estamos dispuestos a construir? Tal vez destino es lo que hacemos de nosotros mismos, de nuestra libertad que en libre albedrío nos fue dada para sumar paz o restar ignotas guerras, crear afectos sinceros o eternos desconsuelos. Arriesgar generosidad impensada o aridez renovada. Elegir alegres cantos, alejando ocultas lágrimas. Quizás sea transitar la ruta de los tumultos interiores, valorando humildad, coherencia, serena sabiduría, eligiendo bendecir, desoyendo rencores. ¿Cuánto más es construir nuestro destino? ¿Cuánto más es aceptar, saber, que no existen los designios? Tanto más, que, nadie, y mucho menos esto que escribo, es verdad absoluta que describa al destino. Vida, en libertad, se recorren tus caminos.
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  Las hojas caen despojando al fresno de su lozanía. Renovándose, renacen tejidos sueños, oculto ayer.