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Mostrando las entradas de marzo, 2024

Prodigios

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  No la reconocí. Me sorprendió verla, me emocionó de tal modo que fue difícil para mí entender qué estaba sucediendo. Sueño, realidad. Un poco de cada uno o la totalidad indubitable. Viajábamos en el microbús que nos acercaba a la ciudad. Fue ella quien giró hacia mí; desde el asiento delantero me encaró sin disimulos. Hacía poco menos de un año que vivía en ese pueblo recogido; recomencé allí una vida que llamaría esencial. Aspiraba a impregnarme de las fragancias de la campiña, abrazar la paz que no apresaba en otra parte. Requirió un gran esfuerzo construir el amparo ambicionado. Desplegué todo mi ingenio para que cada cosa fuera lo que quería que fuera. Desarrollé cada uno de mis propósitos. Rehacer el propio universo, el que se acomodara a mis ansias. Disfrutaba de lo completado en tan poco tiempo, interiormente agradecida. Tenía por costumbre regresar a la ciudad, a mis hijos, compartir horas de bienestar junto a ellos. Subí al bus sin verte, y sin verte me ac

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  Ronda el sueño de los sueños. Apresarlo, amarrarlo, no permitir que se diluya en la noche del quizás. Aferrarlo a lo cierto, revelado a lo inaccesible. Sin embargo, tan cercano.

Aquello que fue

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  Éramos muy jóvenes. La vida apenas brotes sutiles. Dorados destellos emergiendo de las ramas del antiguo roble. Nos conocimos un domingo por la tarde en la casona que todavía sostenía orgullosa su estirpe de fines del ochocientos en la ciudad con resabios del pasado cercano. En medio de voces descuidadas, de la música de moda que algunos coreaban zarandeando cuerpos, reíamos confiados, intercambiábamos ilusiones; bailábamos al ritmo loco que proclamaba rebeldías. Éramos un grupo mixto, festivo, cruzando los últimos embates de la adolescencia. Pretendíamos conocernos, acercarnos unos a otros, ver qué amanecía detrás de las risas, de las miradas vivaces. En algunos la candidez de los descubrimientos primeros, en los más asiduos la experiencia de los presuntos conocedores de una vida que florecía. Te acercaste a mí, confiado. En tus gestos, en tus ojos nada que no fuera el principio de una amistad llana. Canjeamos predilecciones, interrogantes, los que llenaban nuestros días.