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Mostrando las entradas de diciembre, 2022

Pueril irrealidad

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  Atardecer absurdo. Palidez volátil revisten nubes, el deseo no las alcanza. La tarde envuelta en silencio no basta. Las ansias superan poesías. Lejanas voces, desvanecidas en las imágenes confusas. Ligeras alas negras silencian sonidos, atraen temores ocultos. Los piececitos ágiles del niño remueven agua tibia, el sol apenas se refleja en ellas, ondea sobre la superficie. Ojillos cerrados evocan distancia. Construye magias en su corazón. Construye puertos, naves que no son lo que son. Extendido cuerpecito moreno sobre cortos tablones tambaleantes, apenas unidos. Apoyados sobre orillas donde el agua acaricia juncos. En la casucha poco distante anida pobreza, endeble morada compartida. El agujero de la puerta deja oír la voz femenina, grita su nombre. Las ciclópeas naves, el mar azaroso, sucumben a la realidad. Irritado entreabre los párpados. Habrá de regresar a la casa. El encantado puerto anida en él todavía, cobijado en él. Aquietado oleaje susurrará en su sucia almohada. Recogida
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  Valentía. Seguir a pesar de no querer seguir. Recorrer este día que pesa mil veces más de lo imaginado. Aceptar que la imagen querida forjada en algún lugar de uno mismo, no es lo que es. Es oír a esta mujer que asoma ante ti, gritar un NO férreo. Es doblegar vientos, reducir angustias, alzar voluntades. Es a pesar de todo, contra todo, esgrimir sabiduría. Proclamar a quien mirarla a sus ojos quiera, aquello que esconde en sus entrañas. Inefable designio. Enfrentar la vida, erguida ante ella, Aunque confundan sus lágrimas. Acaso, revelar, sin revelar dolor, esbozar tibia sonrisa. Desconcertar almas. Trastocar empeños.
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  Caminos difíciles, caminos cansados. Recorren estrechas vías, desembocan en abruptos precipicios. Ignorarlos quisiéramos, evadirlos, tal vez. Algunos llevan hacia pedregosas alturas. Existen los que conducen a intrincados bosques. Al mar profundo nos adentran, hacia lo indescifrable. Caminos cansados, quizás atraviesen llanos, quizás sus orillas nos ofrezcan, crecida gramilla. Descansar allí podríamos, aligerar la carga posible fuera. Caminos cansados. En la brumosa intimidad del ser, sólo allí, alivio hallaremos, si elegir reposo deseamos.

Lo inesperado

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Estaba frente a lo insólito, como tal, inesperado, doloroso. No conseguía aceptarlo, tampoco podía defenderse. Ningún argumento serviría para avalar su verdad, para demostrarla en base a hechos concretos. La torpe risa amarga escapó de su garganta. Apretó los labios. Abundantes lágrimas rodaron por su rostro. Las dejó correr, quizás la aliviaran, quizás no. La opresión en su pecho aumentaba. No alcanzarían reflexiones, ni siquiera los por qué para entender lo sucedido. Haría falta mucho tiempo, mucho más de lo supuesto. Tiempo que jamás sería suficiente para descartar sospechas, incredulidades, ofensas, enconos injustificables. Dos adultos frente a frente, dos seres que compartieran vida, sentimientos profundos, profundo respeto. Todo se había perdido, como perdidas estaban las pruebas que ella misma, impulsiva, cancelara. Podía más la duda atolondrada del otro, engendraba desconfianza. Podía mucho más que lo compartido en años de mutua entrega. ¿Cómo era posible que así fuera? Sin emb
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Luna otoñal. Naranjas, sepias dorando ciudades. Bruñendo lejanos campos, florestas. Salpicando caminos del ayer, del hoy, de siempre. Senderos enrojecidos allá donde el arce sacude ramas. Crepitan sus hojas en los entornos, desvanecido rubor. Luna de abril, asciende hacia la noche, cuajada de diamantes. Su luz, domina infinitud.
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  Caracoles de mar, colores de sueños no soñados, imaginados. Formas que develan ignoradas bellezas, insondables profundidades. Ocultos en su interior sonidos uniformes atraen abismos. Caracoles de mar, revelan ásperos sabores. Perlada dádiva imprevista. Remozada revelación.

Arrebato

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Estío agobiante. Nubes plomizas avanzan cubriendo el infinito. El vendaval alborota, las empuja hacia el sur, deshace las extrañas imágenes. El horizonte perdido en las intimidantes aguas oscuras. El mar estrepitoso golpea los bajos acantilados. Su furia se desvanece tan sólo por breves instantes, transformada en espumoso encaje ficticio. La llovizna salada humedece su rostro, sus manos, sus ropas. La saborea en los labios. Demasiado cerca del intenso furor que recomienza, renovada embestida. Atraída, sumergida interiormente en ella, observa la danza salvaje. No merma, por el contrario, crece en potencia, avanza agigantada. Poco antes había deambulado a lo largo de la playa despoblada. Arrastrando la arena con los dedos de sus pies desnudos, había visto desaparecer el sol entre los primeros nubarrones tenebrosos. La había conmovido el vuelo apresurado de la gaviota perdida. Al igual que ella, perdida. Su grito intimidante la había inmovilizado, ahogando el que nacía de su garganta. La
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Momento a momento nos rodean montañas de indiferencia. No es sencillo hallar la comprensiva mirada, la mano que estrecha otra mano. La mano que conforta. No es sencillo abrazar sin un por qué, donar calor en el abrazo. Contener a quien contenido quiera ser. No es sencillo ver pasar la indiferencia, el apuro, el no me importa, el no existes. Y existir deseo, no para señalar que existo sino para existir en palabras dichas, oídas, frente a frente. Existir en la tibieza de la piel que restablece el tacto. Nada vale existir si existir es vivir atrapados por cristalinas, engañosas luces, reemplazando la viva presencia. Existiendo soy. Existiendo doy. Existiendo venzo la indiferencia. Alcanzo el don maravilloso, entera existencia.

Emotividad

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Tango. Es lo que fue, lo que es. Breve poesía apasionada. Mucho más, quizás. Pocas, elocuentes palabras acompañadas por formas musicales concisas describen íntimos sentimientos. Asombrosa inspiración. Entonadas, magníficas voces, guían a menudo hacia sorprendentes mundos. Tango. Envuelve cintura, pies, las raíces del ser. Era demasiado joven, buscaba lo inexistente. Suena en mis oídos todavía cierta frase entregada al pasar por alguien muy cercano a mí, por mi muy amado. El tango, me dijo, nos espera, nos da tiempo para llegar a él. En su mirada enriquecida por los años, chispearon luces risueñas. El tango nos espera, repitió. Sonreí. Le creí. El tango me esperó, entró en mi mundo. Lo encontré en aquel barrio de Belgrano donde la inolvidable voz soñaba con el viejo caserón, regresar a lo que no fue. Me tropecé con él cuando el naranjo en flor me extasió con su perfume. Llegó a mí, me tomó de la mano, caminamos por las calles de Pompeya. Me embriagó transitando muy juntos las noches por