Momento a momento
nos rodean
montañas de indiferencia.
No es sencillo hallar
la comprensiva mirada,
la mano que estrecha
otra mano.
La mano que conforta.
No es sencillo abrazar
sin un por qué,
donar calor en el abrazo.
Contener a quien
contenido quiera ser.
No es sencillo ver pasar
la indiferencia, el apuro,
el no me importa,
el no existes.
Y existir deseo,
no para señalar que existo
sino para existir
en palabras dichas, oídas,
frente a frente.
Existir en la tibieza
de la piel que restablece
el tacto.
Nada vale existir
si existir es vivir atrapados
por cristalinas,
engañosas luces,
reemplazando la viva presencia.
Existiendo soy.
Existiendo doy.
Existiendo venzo la indiferencia.
Alcanzo el don maravilloso,
entera existencia.
Sutilezas
Tejido enmarañado, resistente, muchas veces obtuso. Arropa o desnuda nuestra existencia, tiempo, distancia. Trama sutil que nos une a través de los días de nuestra vida a lo ignoto. Más allá de lo previsto, de aquello que en nosotros alumbre o no alumbre, nos abarque desde siempre. No sé hacia dónde nos conduce, no sé qué nos espera, qué hay más allá de la añoranza. De esta manera ancestral de querer esperar lo probable, lo improbable. A pesar del desgarro, de la nada que nos asola y a la vez intenta acercarnos a la esperanza, contra todo riesgo, soslayando el cansancio. Allí, en ese ámbito que se abre luminoso, allí es donde se tejen las hebras de la constancia, de la perseverancia, del bien previsto.
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