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Mostrando las entradas de agosto, 2021
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Días de lluvia, lodo sobre los caminos. Reviven hierbas. Noche cálida. Blanca lechuza quieta sobre la rama. Vuelan gorriones picoteando larvas sobre el maizal. Cruza el campo el asustado zorro. Huida rauda. Las golondrinas diseñan círculos en la lejanía.  
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Las blancas nubes colmadas en el azul. Figuras níveas. Aguas abajo entre las rocas, el frío manantial. Mudo el ave duerme quieto sueño en su nido gris.
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  Rasga el cielo rayo de fuego tras el horizonte. Noche pampeana. Rancho iluminado dibuja sueños. Retumban truenos. Huye la culebra velozmente. Cae del nido ansiando volar solo. Primer intento. Amanece. El gallo despierta, sacude su roja cresta.

La verdad

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Había llegado a las montañas seguro de encontrar su lugar en ellas. Nada fue como lo previera. En lo más recóndito de su ser lo sabía, siempre lo supo, aunque no quiso saberlo. Cerrados los oídos, apretados los párpados, ni siquiera un mínimo destello de tal verdad lo atravesaba, aunque allí estaba. Pese al sobrehumano esfuerzo, la verdad se revelaba nítida, segura, inefable. ¿Quién podía obviarla? Nadie, menos que nadie, él. Tan clara era que hasta otros supieron verla. En su interior construyó casi una leyenda, una historia tan diferente que de puro diferente se perdía en los abismos inciertos de los reproches propios y ajenos. Mudos reproches adueñándose de sus días y de sus noches. Su conciencia los dictaba, su corazón los guardaba. Durante semanas las montañas desaparecieron tras la ficticia niebla de polvo acumulado, sofocante, esparcido por el viento norte hasta ocultar sus laderas elevadas. Tal como desaparecía en él la realidad que sus propios vientos negaban. Mucho tiempo tar

Hogar

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Vuelas alto ave, vuelas alto y más alto pequeño hornero, buscando cobijo en tu nido que más parece hogar de diestro orfebre que talla su oro para la amada y su prole. Tu nido de barro y paja será fuerte y cálido, encerrará pequeños huéspedes que piaran lastimeros, porfiados, exigiendo su alimento. Trinarán a su tiempo, a su tiempo volarán, a su tiempo serán concienzudos constructores de otros nidos de fango y hojarasca, donde crecerán retoños libres como el viento que los mecerá en el alto cielo dorado, en soleadas mañanitas. Hornero, tú lo sabes, tú conoces nuestro hermoso secreto, ese, hornero habilidoso, que tus alas llevarán lejos, muy lejos. Allá, donde mora el silencio.

Luciérnaga

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A Ignacio Luciérnaga El ángel de tu sonrisa todo lo encendió. Luces de vivos colores iluminaron el entorno. Luciérnagas relumbraron en la noche. La pequeña araña tejió telas de plata. Las rutilantes estrellas guiñaron cómplices reflejos. El sol amaneció oro entre encarnadas nubes. El río movilizó alegres sombras acariciando orillas. Fuiste alivio en los pesares, gozo recuperado. Abrigo en el desamparo. Esperanza fortalecida, ensueños cumplidos. Tu inocente sonrisa trastocó designios. Renovó olvidados bríos. Naciste, creciste, encandilados pases, deslumbrante magia. Tus admirados ojos reflejaron cielo. ¿Qué nuevos rumbos no hallar en ellos? ¿Cuáles maravillas no descubrir en el candor de tu riente mirada? Perderse en ella en busca del remoto ser que habitó alguna vez, en determinado tiempo. Reencontrarse en ella, a través de ella, asombro renacido, esencia prístina. Niño, el ángel de tu sonrisa todo lo encendió, todo lo modificó, todo, una vez más, fue restablecido.
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 Calla el ave duerme su quieto sueño en su nido gris. Fluye el agua entre dispares rocas frío manantial. Las blancas nubes disgregan henchidas figuras níveas. Volaron raudos hacia cálidas tierras batiendo alas.

Naturaleza

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Aún me queda la esperanza del mañana fructífero en largos despertares. Despertar de la tierra amodorrada, portentoso bostezo de las entrañas profundas de la revuelta mar. Despertar del soleado amanecer tras el persistente soplido del pampero, acuciante enemigo de huidizas neblinas. Reverberar primigenio de la naturaleza anticipando retoños, tímidos cantos, perezosos rugidos, breves sacudidas de pequeñas alas. Gorjeo altanero, alertando agudo, conminando a abandonar refugios. Sonrojado alborear. Avanza la mañana, despierta la vida al encanto cotidiano, al renacer perpetuo. Entrega mansa, oportuna. Renovada, prodigiosa esperanza.
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Extraña noche Sin luna ni estrellas Atraes quietud Crece la llama chisporrotean brillos abrigándonos. Ríen los niños su risa inocente clara y feliz. Cierro el libro de marchitadas hojas amarillentas. En la casona habitan los recuerdos plenos de vida.
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Emigran golondrinas anhelan calidez, cielos azules. Retrocede la tarde entrega ardor al cercano atardecer.

Invierno

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Este invierno te pienso. Te extraño. Te necesito para las otras estaciones del año. Si bien fue mío el decidir alejarme de lo soñado, también fue mía la soledad que atrajo el camino de la perdida. Y mía la voluntad férrea de no querer recuperarte. Acaso serán mías las consecuencias que sin duda de todo ello derive. Mía será la fortaleza, el andar erguido, perseverante. Mía la nostalgia, la tozudez, el equilibrio verdadero. Mía la sonrisa amplia, segura del hoy, del después indefinido, del triunfo alcanzado. El transcurrido invierno templará las siguientes estaciones del año, que no serán más que renovadas estaciones pródigas del alma. Estaciones del ser ilimitado.

Regalos

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A mis hijos Juan y Marita Regalos Ese regalo tuyo, deseado, esperado, soñado consuelo, henchida alegría. Atravesó audaces horas, recorrió juveniles etapas, enigmáticos instantes. No contaban el otro o los otros. No contaba el no ser o ser. Nada contaba la edad ni la premura. Importaba soñar despierta o dormida. Importaba abrir los brazos para recibirte. Extender el vientre para darte cabida, para dejarte crecer, para ayudarte a llegar, impulsarte a vivir. No fuiste el único regalo, dos, inmerecidos, fueron. Dos verdades entregadas, primero una, otra no mucho después. Dos vidas otorgadas por el Creador paciente. Dos vidas confiadas, a quien, como yo, tuvo la osadía de soñarlas, amarlas, más allá, mucho más allá, de mi propia soñada existencia.

Revelación

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¿Acaso no fue escaparle al destino? Noche incierta, inquieto sueño, revueltas sábanas azules. Amanecer morado descubriendo horas tempranas, inusuales. Pesadez en los párpados, la mirada descreída, posada sobre los cristales velados tenuemente por la blanca tela. Revelación inesperada. Vaivén temprano de la tupida rama del manzano, signo singular prematuro, despedida anticipada. Despedida en mí, silenciosa, atesorada, nacida de las palabras abruptas del decidor oscuro. Revelado futuro. Escaparle al destino.
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  Mañanita gris, cae la mansa llovizna sobre el ardor inesperado. Camino rumbos desconocidos, recorro tiempos vanos. Voy andando pausadamente, soñado terso cielo, alumbran risueñas edades. Vuelvo al hogar. Decidir vida, elegir vida, siempre. Amar vida hoy. Ser fruto y molienda, canto y oración, energía vital ilimitada. Vida. Hoy.