Luciérnaga

A Ignacio

Luciérnaga


El ángel de tu sonrisa todo lo encendió. Luces de vivos colores iluminaron el entorno.
Luciérnagas relumbraron en la noche. La pequeña araña tejió telas de plata.
Las rutilantes estrellas guiñaron cómplices reflejos. El sol amaneció oro entre encarnadas nubes.
El río movilizó alegres sombras acariciando orillas. Fuiste alivio en los pesares, gozo recuperado.
Abrigo en el desamparo. Esperanza fortalecida, ensueños cumplidos.
Tu inocente sonrisa trastocó designios. Renovó olvidados bríos.
Naciste, creciste, encandilados pases, deslumbrante magia. Tus admirados ojos reflejaron cielo.
¿Qué nuevos rumbos no hallar en ellos?
¿Cuáles maravillas no descubrir en el candor de tu riente mirada?
Perderse en ella en busca del remoto ser que habitó alguna vez, en determinado tiempo.
Reencontrarse en ella, a través de ella, asombro renacido, esencia prístina.
Niño, el ángel de tu sonrisa todo lo encendió, todo lo modificó, todo, una vez más, fue restablecido.

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