Nublado atardecer, anuncia destemplanza. Huyen gorriones. Pétalos rojos vuelan mansamente, perfuman rincones. Clavel del aire aferrado a la débil rama, vence al viento.
Entradas
Mostrando las entradas de diciembre, 2021
Aquí y ahora
- Obtener vínculo
- Correo electrónico
- Otras apps
Por
Nelly Perrotta
La aeronave debía partir en dos horas. La sala de embarque, como todas las de todos los aeropuertos del mundo, atestada. Regresos. Partidas. Infatigable ir y venir de viajeros. Hombres, mujeres, niños, jóvenes exaltados. Edades diversas, rostros inimitables, idiomas para muchos incomprensibles. Múltiples colores arropando cuerpos, nadie igual a nadie. Espaldas soportando el peso excesivo de bolsos, brazos arrastrando maletas. Diversidad. Algunos, reclinados pacientes en los asientos dispuestos en el recinto amplio, acristalado. Otros, sentados sobre el pavimento, cruzando rodillas, alargando piernas, según cada quién. Fijaban sus miradas abstraídos en la luminosidad que los conectaba con el resto del entorno. La mujer corría detrás del inquieto niño. Renovable gama de seres que desasosegados, serenos, apresurados, pululaban de un lugar a otro en busca de respuestas, de certezas. Las vibraciones inconfundibles de los motores durante la ascensión, el aterrizaje, encubrían temores, encend
Nuevo rumbo
- Obtener vínculo
- Correo electrónico
- Otras apps
Por
Nelly Perrotta
Caminaba lentamente, evitaba el regreso al pretendido hogar. Recorría el parque ensimismado, la mirada perdida en los recodos del angosto sendero. La grava crepitaba debajo de sus pies, alertando. Lo acompañaban los sonidos pausados de la torcaza, el insistente trino de los pájaros. El cadencioso canto del benteveo confundido con el aleteo presuroso de las aves buscando refugio, reposo en los viejos árboles que alcanzaban alturas formidables, exuberante follaje del verano pleno. La brisa medrosa ondulaba apenas las disímiles hojas verdes, algunas moteadas de oro, otras escarlata. El atardecer instaba al sosiego. Las discusiones, la animosidad desplegada en los últimos tiempos por la mujer, lo sumergió en esa extraña calma que no lograba desentrañar, tampoco deseaba justificar. Estéril reconocer motivaciones. El almibarado diálogo que ella intentara en variadas ocasiones, reforzado especialmente en las primeras horas de esa esperada mañana, fomentaba embustes que sólo engañaban su ego,