Pueril irrealidad

 




Atardecer absurdo.
Palidez volátil revisten nubes, el deseo no las alcanza.
La tarde envuelta en silencio no basta. Las ansias superan poesías.
Lejanas voces, desvanecidas en las imágenes confusas.
Ligeras alas negras silencian sonidos, atraen temores ocultos.
Los piececitos ágiles del niño remueven agua tibia, el sol apenas se refleja en ellas, ondea sobre la superficie.
Ojillos cerrados evocan distancia. Construye magias en su corazón. Construye puertos, naves que no son lo que son.
Extendido cuerpecito moreno sobre cortos tablones tambaleantes, apenas unidos. Apoyados sobre orillas donde el agua acaricia juncos.
En la casucha poco distante anida pobreza, endeble morada compartida.
El agujero de la puerta deja oír la voz femenina, grita su nombre.
Las ciclópeas naves, el mar azaroso, sucumben a la realidad.
Irritado entreabre los párpados. Habrá de regresar a la casa.
El encantado puerto anida en él todavía, cobijado en él.
Aquietado oleaje susurrará en su sucia almohada.
Recogida canción de cuna que las honduras silencian.

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