Gira, gira, gira,
molinete de brazos
estirados, entrecruzados,
manos tomadas.
Canturreadas tonadas,
sayas al viento.
La cuerda marca alturas.
Elevarse raudas,
precipitarse esbeltas,
risueñas.
Diáfanos ecos
nacen de las
profundidades del alma.
Allí, donde todavía
brincan anhelos,
existe una niña
que no dejará de
jugar festivos juegos.
Existe una niña
que nunca dejará
de serlo.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Sutilezas

El gran don