El sol dora
el dilatado ramaje
del vetusto jacarandá.
Ancho tronco,
revela vigor
trascendental.
Pequeños, alados
habitantes,
sobrevuelan todavía
en las breves,
cálidas horas,
juguetean entre el follaje.
Alegran la siesta,
irrumpen cánticos
límpidos.
Anticipan utopías
primaverales.
El cercano invierno
obligará a postergarlas.
Empero, esta soleada
tarde otoñal,
hará posible milagros.
Sutilezas
Tejido enmarañado, resistente, muchas veces obtuso. Arropa o desnuda nuestra existencia, tiempo, distancia. Trama sutil que nos une a través de los días de nuestra vida a lo ignoto. Más allá de lo previsto, de aquello que en nosotros alumbre o no alumbre, nos abarque desde siempre. No sé hacia dónde nos conduce, no sé qué nos espera, qué hay más allá de la añoranza. De esta manera ancestral de querer esperar lo probable, lo improbable. A pesar del desgarro, de la nada que nos asola y a la vez intenta acercarnos a la esperanza, contra todo riesgo, soslayando el cansancio. Allí, en ese ámbito que se abre luminoso, allí es donde se tejen las hebras de la constancia, de la perseverancia, del bien previsto.
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