Van, vienen
multitudes, indiferentes,
ignorándose unos a otros.
La ciudad entrega
sus calles.
En ellas dejan
alientos, prisa,
risas, ignorancia.
Sabiduría del que
cree saber.
Tristeza del que
no sabe llorar.
Consuelo del que
lograrlo pudo.
Ansiedad, vida,
escondidos sueños,
contenida rabia.
Vienen, van multitudes.
¿Quién los acoge?
¿Quién los guía?
¿Adónde los lleva
cada día?
Sutilezas
Tejido enmarañado, resistente, muchas veces obtuso. Arropa o desnuda nuestra existencia, tiempo, distancia. Trama sutil que nos une a través de los días de nuestra vida a lo ignoto. Más allá de lo previsto, de aquello que en nosotros alumbre o no alumbre, nos abarque desde siempre. No sé hacia dónde nos conduce, no sé qué nos espera, qué hay más allá de la añoranza. De esta manera ancestral de querer esperar lo probable, lo improbable. A pesar del desgarro, de la nada que nos asola y a la vez intenta acercarnos a la esperanza, contra todo riesgo, soslayando el cansancio. Allí, en ese ámbito que se abre luminoso, allí es donde se tejen las hebras de la constancia, de la perseverancia, del bien previsto.
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