Dulces Ojos
Tus saltitos sigilosos te acercaron a mí. Tu boca dibujaba la sonrisa y en los ojos diminutos, la mirada curiosa. Pequeña, inmóvil, eras apenas una sombra más en el verdor prolijo de aquel jardín oscurecido por la arboleda añosa. Sentada, distraída por pensamientos inútiles, no te vi, hasta que te vi. Mis pies podían rozarte. Tus dulces ojos, ranita, dijeron palabras que escuchó mi corazón, teñido de asombro silencioso. Y allí te quedaste, en ese jardín prestado. Allí seguiste en mis emociones memoriosas. El hoy te trajo a mí una vez más.