Homenaje a la higuera que fue

 



Y te caíste.

Tus raíces, tu tronco, astillados. Despojada de tus ramas, desteñidas tus hojas ásperas, entregaste el dulzor de tus frutos no nacidos. Te rendiste ante el huracán despiadado que la desidia humana provocara.

Te elevaron la melancolía del desarraigado labrador, la añoranza de su  terruño, de los cielos lejanos  y los sabores perdidos. La esperanza de los suelos nuevos y las aguas dulces que sanaran su existencia; él te acogió y arropó con idéntico celo y fervor, tal como lo hiciera en las tierras distantes  donde naciera y creciera hasta que el horror las diezmó y él buscó horizontes de paz.

Sin embargo, no fuiste bien querida por quienes heredaron la misión entrañable de cuidarte y favorecerte.

Ahora, él y tu verdor, están juntos, abrazados por la luz infinita, sin tiempo medido ni rumbo marcado, en la gozosa eternidad de las ensoñaciones conquistadas.    

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