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Simplezas

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  En estos días donde todo se vive al límite de lo creíble, existen aun los que caminan lento, buscan la paz que muchos desdeñan. Él había sido constante con sus sueños, con sus proyectos diarios que abarcaban tiempos largos. Estaba todavía rodeado de sus hijos que anhelaban la independencia, aprendían a mover sus alas. Su mujer, una buena mujer; sumaban esfuerzos. Consolidaban afectos; alguna vez cantaron poesías. Hoy desplegaban vaivenes, fluctuaban entre esperanzas e impotencias; suma de aciertos y torpezas. Se sentía conforme con el balance de sus días, aunque no del todo satisfecho. No ignoraba que en la insatisfacción residía quizás la inspiración para seguir avanzando, agregar sentido a la existencia. Él no era filósofo, ni sabio, ni líder. Era un hombre simple que aceptaba las cosas simples, los aprendizajes sencillos; se movía lento. A veces trastabillaba, a veces tardaba en recobrarse, muchas veces las horas acumulaban pesadumbre en sus movimientos. Siempre o casi
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    Lluvia mansa, reverdece campos, resucita bosques. Renueva sabias, espíritus, existencia abundante. Nudosos brazos extendidos devuelven milagros, señales vivas, aires cristalinos. Huele a hierba buena, infinita mixtura, inocencia.

Fragmentos

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    Deambula el infinito en ellos, la eternidad. Cada uno atrae brillos, sombras. La intención ignorada de quienes ruedan sin proponérselo por gravedades inexploradas. Corazones ciegos ocultan cicatrices que el tiempo profundiza. Marcan desesperanzas. Acopian fantasmas en las madrugadas insomnes; resquemores irresueltos. Moles pétreas derrumbadas sobre hombros que poco resisten. Horas nutridas de ansiedades ilimitadas. Empero, el deseo de resucitar asoma luminoso. Todo habrá de ser aquello que ser acepten.  
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    Ave recién nacida, Roto el cascarón frágil. Ojuelos redondos, plumones grises. Pequeña boca abierta reclama perseverante. Agudos graznidos trasciende muros de piedra. Reclama, reclama, reclama.

Evidencias

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  En ese tiempo indefinido donde se busca y encuentran las raíces de los sentimientos, las que los hicieran elegirse, aceptarse, las que los mantuvieran unidos durante largos destierros, a pesar de alejamientos intempestivos, reencuentros esperanzados, todavía deseaban lo factible. Fluían en la sangre luces cautivadoras, esas que suelen nombrarse incontenibles y que entre tantas cosas secretas transportaban la semilla implantada de lo efímero, la que ambos ignoraban. Efímero, inadvertido. Crecía constante en esos días confusos en los cuales nada se cuestionaban, ni siquiera sobre las corrompidas estrategias, sobre abusivos reclamos, manipulaciones. A pesar de todo subsistía en ellos cierta solidez afectiva, el convencimiento que todo lo transformaba en probable, aunque los conflictos aumentaran y fueran cada vez más frecuentes. Poco a poco se instalaron sinceridades, aumentaron inseguridades, dudas, el dolor disfrazado de indiferencia. La distancia tangible. A lo largo de e
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  Duendes al anochecer. Encienden hogueras, a sus llamas danzan canciones arcaicas. Adormecen flores, sosiegan aves. Abrazan tallos, miman follajes. Sobrevuelan estrellas. Descienden luminosos refugiándose en tierras de hadas somnolientas.