Simplezas

 


En estos días donde todo se vive al límite de lo creíble, existen aun los que caminan lento, buscan la paz que muchos desdeñan.

Él había sido constante con sus sueños, con sus proyectos diarios que abarcaban tiempos largos. Estaba todavía rodeado de sus hijos que anhelaban la independencia, aprendían a mover sus alas.

Su mujer, una buena mujer; sumaban esfuerzos. Consolidaban afectos; alguna vez cantaron poesías. Hoy desplegaban vaivenes, fluctuaban entre esperanzas e impotencias; suma de aciertos y torpezas.

Se sentía conforme con el balance de sus días, aunque no del todo satisfecho.

No ignoraba que en la insatisfacción residía quizás la inspiración para seguir avanzando, agregar sentido a la existencia.

Él no era filósofo, ni sabio, ni líder. Era un hombre simple que aceptaba las cosas simples, los aprendizajes sencillos; se movía lento. A veces trastabillaba, a veces tardaba en recobrarse, muchas veces las horas acumulaban pesadumbre en sus movimientos.

Siempre o casi siempre recuperaba lo extraviado con mayor o menor fortuna.

Eso sí, él era un tipo manso con determinada firmeza y muchas, muchas esperanzas. Conocía cada fibra de su cuerpo, de su alma, pretendía trascender en una sola cosa, esa que no era tal sino delirio; esa que no se animaba todavía a compartir y guardaba muy dentro suyo.

Quería ser poeta.

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