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Mostrando las entradas de septiembre, 2024

General Belgrano

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  Ayer, los proyectos cumplidos. Hoy, la remembranza. La tierra, la arboleda añosa, el esplendor de los frutales; las rosas blancas y rojas. El césped bordeaba la casa. Aromas ensanchaban el pecho; los bebía como si la sed abrasara. Veranos intensos cedían ante los otoños y los inviernos no tardaban en dispensar escarchas. Al anochecer, durante aquellos días calientes, caminábamos a lo largo del río. Las brisas norteñas esparcían olores de fango y verdes húmedos. El Salado, destellaba plata y otro, según mediara la sombra de la floresta, rizadas las aguas, dispuesto siempre a discurrir campo abajo, a invadir poblados cuando los vientos huraños quebraban ramas. Las heladas llegaban y persistían. Eran tiempos de cobijarse frente a la salamandra, donde crepitaba la leña recogida en las horas inauguradas de la tarde, a los pies de los laureles longevos apoderados de las calles del pueblo, cubiertas de pedregullo blanco y hierbas cristalizados de frío. Horas de sol tibio que mitigab

Niña Mujer

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  Cielos multicolores presagiaban maravillas. Impulsos inconscientes alzaban en ella veleidades que no entendía. Adolescencia, adolecer. Su corta existencia abrigaba recuerdos infantiles, ansiedades, metas amanecidas y las rebeliones ocultas tras el desorden expresado en aparentes nimiedades; el caos de su habitación y sus pertenencias. La respuesta malhumorada siempre pronta a brotar ante las correcciones familiares, las que se suponían justas y para ella no lo eran. Ese atardecer de verano afanoso, durante la cena, el interrogante inesperado provocó la rabia que la enmudeció y aumentó el silencio en el entorno familiar. Sus padres buscaban los ojos escondidos tras cada bocado. La cabeza inclinada sobre el plato los evadía. Adivinaba la desorientación en cada uno, los miedos que incitaban a la represión. Temían perderla y desconocían cómo retenerla. A su modo, deseaban ayudarla; los guiaba el afecto no expresado. Ella, en cambio necesitaba huir, escapar a esa angustia que

Nuevo Rumbo

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    Caminaba pausado. Evitaba el regreso al pretendido hogar, Transitaba el parque ensimismado, la mirada perdida en los recodos del sendero. La grava alertaba debajo de sus pies. Lo acompañaban los trinos de los pájaros, el llamado de la torcaza, de los benteveos, confundidos con aleteos apresurados en busca del refugio que el follaje proponía. La animosidad desplegada en los últimos tiempos por la mujer, lo sumergió en esa calma empecinada que no lograba desentrañar ni justificar. El diálogo que ella intentara en varias ocasiones, en contraposición a sus agresividades, reiniciado en las primeras horas de esa mañana, de algún modo esperado por él, fomentaba embustes, aquellos que sólo engañaban al ego femenino, ese que trasuntaba a pesar de sí misma y sus artificios. Sin duda, él los permitió, los prolongó, enlazado a intrigas circunstanciales. De ella lo habían seducido su activa inteligencia, sus sabores, sus olores; halagado, lo envolvían, frenaban realidades. Entre amb