Siembra
Llueve. Evoco el jardín perdido. Recuperar tus rincones, aquellos que demostraban realidades; esos, lluvia, que ayudaste a revivir. Sembré en tu desértico llano cada una de las semillas bendecidas. Acaricié los retoños. Hundí las raíces en la tierra preparada para recibirlas. Y fueron frutales generosos, fresnos que nos cobijaron en las siestas veraniegas. Rocé con mis manos sucias de barro las rosas blancas, recreadas en cada primavera junto a aquellas otras maravillas que nos donaban perfumes y colores, mimaban nuestras horas., día a día. Arboleda donde aves pampeanas y de otras tierras distantes, se adueñaban del ramaje y del cielo con vuelos alocados y una que otra batalla emplumada por derechos adquiridos. Creciste año a año, rodeaste la casa. Cada ladrillo aumentó esperanzas, concretó ilusiones. Entrañable mezcla de cemento, naturaleza viva y amor. No fuiste nada más que verdor resucitado; el afecto ganaba espacio y vida. El devenir de los tiempos embelleció aqu