Encuentro

 

 

Hoy, día especial. Hoy sentía que podía. El bienestar no era nada más que un mero deseo a cumplir. La imprevista aparición había sido el detonante.

No lo vio hasta que atisbó su larga, fina cola estremecida. Sus descarnadas patitas trotaban sobre las hojas secas.

Apenas se oía el crujido acompasado. Huía. Atravesaba el largo camino que dividía la alameda.

Sonrió. Algo en él inspiraba ternura. Lo llamó; su voz mansedumbre ofrecida. Insistió amistoso.

Logró detenerlo. Las cortas orejas temblaron. Desconfiado, giró a medias hacia él su cabeza diminuta. Redondos ojillos chispearon.

Moderó la risa, no quiso asustarlo. Los separaban pocos metros.

La boca entreabierta quizás copiara su propio gesto. Escuchó el breve sonido que emitió agudo. Supuso que intentaba corresponderle.

Alzándose sobre sus patas traseras, frotó entusiasta sus manitas. Danzaba giros hechizados. Deseó creer que así era.

No quería que se fuera, los unía el verdor, el atardecer benigno.

Él sacudió su cabeza pequeña. Imaginó su saludo, la despedida; reinició su carrera. Desapareció al final del sendero.

Le dejó terneza, obstinada trayectoria.

Liberó la carcajada. Prevaleció el regocijo colgado de su garganta, atrapado en su hondura.

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