General Belgrano

 

Ayer te soñé. Primer verano. Poco después, otoño.
Soñé la tierra, el esplendor de la arboleda, el jardín colmado de frutos, de flores rojas y blancas.
El césped verde brillante rodeaba la casa.
Sueño dorado que el Creador nos regalara.
Te soñé invierno avanzado, cobijados a la lumbre de la leña encendida en la salamandra. Leña recogida entre raíces de álamos y añosos laureles, andando las calles del pueblo cubiertas de pedregullo y hierba, calles adormecidas por largas siestas, generosas en aromas tibios, cobijadas en radiante, celeste infinito.
El Salado, plata y oro, según mediara la sombra escasa de los plátanos, irisadas sus aguas por el insistente viento sureño, acariciaba orillas, discurría campo abajo.
Trinos, relinchos, mugidos, melancólicos cantos de torcazas.
Llamados, algunos cercanos, otros apagados, atravesaban lejanos pastoreos, sembrados.
La tarde derrochaba sol, coloridos diversos, mitigaba frío.
Moradas protegidas por vetustas arboledas de anchos troncos casi eternos, guardianes fortalecidos, venciendo al desierto.
La modorra regocijada retardaba pasos.
Alborozada contemplación, noble naturaleza.
¿Cómo no soñarte? ¿Cómo no tenerte? ¿Cómo fue posible perderte?
Acaso, acaso no te perdí del todo, acaso, revives en estas páginas.

Comentarios

  1. Con este relato cierra el primer libro y deja paso al segundo de la saga de tres de "De relatos y poesias breves"... y sigo entregandolos con toda la hondura que intento dispensar a mis muy queridos lectores. Nelly Perrotta

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