Secretos


 

¿Qué movilizará en tu corazón este hoy lluvioso?

¿Qué murmurarán en tus oídos estos vientos lenguaraces?

Acaso susurraran tus todavía pretendidos, ocultos secretos, aquellos que suponías custodiabas, libres de toda intrusión.

Te equivocabas.

Aquella tarde, veraniego sol, luminosa tarde temprana, en la curva de tus hombros se balanceaba la mentira escondida apenas tras la indiferencia melancólica.

Recorrías el sendero que rodeaba la casa, recorrías infantiles ilusiones, una a una las acomodabas a tus tediosos pasos, sin reparar siquiera en quien, cerca, muy cerca tuyo, observaba tu muelle sonrisa, tu deslealtad acumulada.

Eras y no eras lo que eras.

Te recorrían benignos ojos que, de algún modo, razones buscaban, en tu mirada, en tu cuerpo, en tus acostumbradas chanzas.

Tarde estival recostada sobre los campos, trigo maduro estallaba en vigor dorado. Mugidos acompasados, insistentes, en lontananza. Viento cálido, constante. La robusta arboleda, entrelazadas sus ramas, procuraba alivio bajo su sombra.

Te fuiste a recorrer el pueblo, ese pueblo recogido en sueños, adormecido a la vera de los sembrados, en búsqueda de nidos ajenos.

Llevabas entre tus macizos hombros tus supuestos, ocultos secretos. Nunca supiste que alguien más sabía de ellos. Alguien que desbarató creencias, proveyó recaudos. No fue precisamente el norteño viento quien lo hizo, ni el verano fogoso, ni el río calmo. Ni siquiera la fructífera campiña, ni la siesta callada. Jamás sabrás que tus hombros te traicionaron, fue gracias a ellos, que alguien, interiormente, dio a luz realidades. Alguien escondía reales secretos, rabia acumulada, dejaba de lado tiempos que nada reportaban. Alguien aprendía a vivir sin nostalgias. Alguien aprendía a vivir en soledad. Desconocida soledad que hasta entonces, la vida compasiva reservara. Soledad donde los deseos suelen morirse de tristeza. Hoy, esta tarde, la lluvia y el viento azotan los cristales.

Mañana, probablemente, el sol entibie el alma.

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